Voluntarios mayores para cuidar a ingresados en el hospital: "Nos hace levantarnos con alegría"

Tras las puertas del hospital Valle de los Pedroches, en Pozoblanco (Córdoba), aguardan unos brazos dispuestos a ayudar a todo el que entra. Un cuerpo de 17 voluntarios y voluntarias se encarga de disipar la frialdad de los pasillos con su compañía. Por los diferentes pasillos, toman la mano de quienes lo necesitan y aportan una ayuda fundamental para el personal, los pacientes y la sociedad en general.

Hace ya 15 años que el hospital de Pozoblanco puso en marcha un programa de voluntariado con el objetivo de conseguir tejer una red de apoyo para los enfermos que lo necesiten. Esto responde a la búsqueda del bienestar no solo físico, sino también psicológico y social. Desde entonces, los beneficios han sido muchos y para todas las partes.

De esas 17 personas que integran hoy la iniciativa, 15 son mujeres y dos hombres, pero lo que más destaca son las edades: la mayoría superan los 65 años. Teresa Sánchez, de 92 años, es la más mayor del grupo. La historia de su incansable labor en el hospital ha recorrido España, pero no es la única sénior que se pone la bata blanca y se lanza a ayudar a los demás en Pozoblanco.

Purificación Fernández Calero tiene 69 años y también participa en el programa del Área Sanitaria Norte de Córdoba. Ella siente que ser voluntaria le aporta múltiples beneficios y que saber que ayuda a los demás la incentiva muy positivamente. “Me hace levantarme con alegría, satisfacción”, ha explicado a 65YMÁS.

Su compañera, Ana María García Olmo, ha sido voluntaria durante un largo periodo en Cáritas, por lo que su recorrido ayudando a los demás viene de lejos. Ahora, con 79 años, continúa haciéndolo y sintiendo la alegría de los demás al ser ayudados. Juan de Dios Encinas Redondo, de 77 años, coincide: “Ayudar a los demás me hace sentirme realizado como persona”.

Los beneficios de la "acción voluntaria"

Por la mañana, guían a los pacientes y despejan dudas a quienes se sienten perdidos en el hospital. Por la tarde, relevan a las familias y ofrecen entretenimiento y distracción a las personas ingresadas. Además de todo esto, preparan eventos, decoran estancias para actividades lúdicas y, desde 2018, colaboran con la gestión de la biblioteca hospitalaria. Las funciones de estos voluntarios son variadas y útiles para el hospital y los pacientes, pero también para ellos mismos, los familiares y la sociedad en su totalidad.

Los beneficios que se han constatado en estos años son innumerables. Por una parte, los pacientes han visto aumentada su calidad de vida y han recibido un importante refuerzo emocional. Además, los voluntarios han sido una vía de información y de aportación de soluciones prácticas muy útiles.

Por otro lado, las propias personas voluntarias han experimentado un enriquecimiento personal muy amplio y han desarrollado una mayor autoestima a raíz del sentimiento de ser útiles. Esto, para los más mayores, es fundamental.

En esta ayuda extraordinaria el personal sanitario y la familia de los pacientes han podido encontrar unas aliadas imprescindibles para reforzar el trabajo emocional tan necesario en muchos casos. Este factor humano se ha añadido a una ayuda mucho más práctica: han demostrado ser unos intermediarios eficaces entre los profesionales y los interesados, por lo que el flujo de información ha sido mucho más sencillo.

En esta década y media, han podido ayudar a varios miles de personas y observar unos muy buenos resultados que han alentado a seguir adelante con el programa promovido por el Servicio de Trabajo Social del hospital, con Paqui Rodríguez García a la cabeza. Desde el inicio han contado con el apoyo del Centro de Participación Activa de Pozo Blanco y, ahora, también con voluntarios de Cruz Roja.