Nació como un simple taller ocupacional y hoy en una compañía de teatro profesional. Con textos propios y montajes importantes, giras por toda España y también internacionales, con prestigiosos premios, colaboraciones importantes y el respeto de la profesión, y del público. Es el Teatro Yeses.
Hoy en día la compañía está formada por reclusas del Centro Penitenciario de Mujeres I de Alcalá de Henares, pero su nombre se lo debe a la antigua cárcel de Yeserías, donde nació la compañía en 1985. Elena Cánovas, funcionaria de prisiones y licenciada en arte dramático quiso romper las rejas de la cárcel de Yeserías llevando el teatro a la prisión.
El teatro tiene capacidad terapéutica y liberadora para las presas. Les proporciona autoestima y herramientas para valerse por sí mismas. Les da una segunda oportunidad. También la compañía vive en estos momentos una segunda oportunidad. Después de casi 40 años sobre los escenarios atravaesaba una situación crítica, agravada por la Covid19. A punto de cerrar sus puertas, el apoyo de Reale Seguros y de la Comunidad de Madrid ha permitido que sigan sobre el escenario. La propia Elena Cánovas vive su segunda oportunidad… sigue trabajando al frente de la compañía, pese a estar ya jubilada.
Su último montaje es 'Descalzas' de Julieta Serrano, una obra en la que poesía, humor y música se conjugan para acercar al espectador a la vida de los conventos y a la figura de Teresa de Jesús, una mujer que decidió vivir como quería y dio la oportunidad a otras mujeres de hacerlo. Teatro Yeses llevarán esta obra al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro los días 12 y 13 de julio a las 21 horas en el Corral de Comedias de Almagro.
Entre ensayo y ensayo de 'Descalzas', 65YMÁS ha entrevistado a Elena Cánovas, dramaturga, funcionaria de prisiones ya retirada y directora de Teatro Yeses para hablar de la compañía, cómo ha cambiado la cárcel y la sociedad en casi 40 años y cuántas vidas ha cambiado en estos años gracias a los escenarios.
PREGUNTA.- Elena, funcionaria de prisiones, ¿por qué crees que estás viviendo una segunda oportunidad?
RESPUESTA.- Porque ya soy ex, me he jubilado. Lo que pasa es que no he notado la curva de la jubilación porque yo sigo trabajando, es decir, que he parado, me he jubilado oficialmente, pero sigo yendo a la prisión a hacer el trabajo que hacía antes porque me gusta, porque es mi vocación y porque tengo la suerte de trabajar en algo que me gusta.
Quizá ahora lo llevo más a mi manera. Lógicamente cuando era funcionaria tenía que fichar como todo el mundo y tenía los rigores de estar trabajando. Ahora me dirijo yo. Digamos que yo sé el tiempo que tengo que invertir, yo me organizo, y entro con libertad total a la prisión.
P.- Llegas muy joven a la cárcel como funcionaria de prisiones, con tu título de trabajo social debajo del brazo y llegas a Yeserías, ¿con qué te encuentras?
R.- Para mí fue un poco terrible porque yo esperaba que las cárceles estuvieran mejor. Yeserías era una cárcel fría, muy desarrapada con muy poca calidez. La droga hacía estragos por aquellos años, eran chicas jóvenes que tenían la salud deshecha, entraban con síndrome, era un poco dantesco aquello, la verdad. Yo recuerdo que cuando decían esa frase de “que me chino”, significaba “que me corto las venas”. No tenían ningún sentido por la vida, ni nada. Y luego estaba el sistema, que era muy rígido, había que mantener la distancia con las internas y la norma estaba por encima de cualquier otra consideración. Y en ese ambiente y en esa situación yo me sentía muy mal, llegué a pensar en dejarlo, pero claro, me había costado mucho aprobar la oposición, tenía dos niñas, estaba separada.
Y decidí hacer lo que realmente me gustaba, como una huida, y es cuando ingresé en la escuela superior de arte dramático. Compaginaba el trabajo con la escuela.
P.- Pero todavía sin la idea de llevar el teatro a la cárcel, ¿verdad?
R.- Claro, habría sido imposible plantearlo. En esos años, de ninguna manera. Yo creo que se hubiera considerado que se desperdiciaba una funcionaria para hacer una tontería o un lujo. A los presos se les daba alimento, sanidad y que aprendiera un trabajo para valerse fuera, pero eso de hacer teatro no se consideraba formativo. Pero luego cambió el país, cambiaron los mandos, entró gente más progresista… y yo, que ya me había graduado, le propuse a la directora crear un taller de teatro dentro de la cárcel. Al principio me dijo “bueno, vamos a ver cómo te van a responder estas, porque lo mismo no vas a ningún lado”. Yo seguí con mi trabajo de funcionaria y en los ratos libres, porque hacíamos turnos de 24 horas y dormíamos en la cárcel, de modo que tenía algunos ratos libres, trabajaba con las presas.
P.- ¿Y en qué momento pasas a ocuparte exclusivamente de esta actividad?
R.- Fue en unas fiestas de la Merced, la patrona de las cárceles. Hicimos una obra y quedó tan bien, tan bien, que yo me vi fuerte para pedir dirigir el grupo de teatro y crear la escuela. Lo admitieron. Así fundamos el grupo y yo pasé a ser funcionaria de teatro, con dedicación exclusiva al teatro.
Y por otro lado, en la cárcel las presas redimían penas por el trabajo, y también conseguí que se redimieran penas con esta actividad. Es el momento en el que empezamos a trabajar en serio.
P.- En ese camino de ir ganando terreno y avanzando, hay un momento clave, que es la profesionalización, ¿cómo dais ese salto?
R.- Si era muy amateur al principio, además, ellas tenían que hacer los papeles masculinos, que les encantaba, por cierto. Hacíamos sainetes de Arniches, obras cortas con personajes populares. Nos metimos también un poco en el teatro del absurdo, con La cantante calva, de Ionesco, El triciclo, de Fernando Arrabal, que funcionaron estupendamente en la cárcel.
Pero el punto de inflexión es cuando llegó un boletín para inscribirnos en la muestra internacional del mundo laboral, organizada por UGT. Nos inscribimos sin mucha esperanza, pero el jurado se desplazó para vernos y nos seleccionó. Pero claro, para competir, había que salir al exterior. Yo creo que ahí la dirección general y la directora de la prisión se vieron un poco obligados a permitir esa salida al exterior. Y fue todo un éxito. La salida fue muy llamativa, porque acordonaron el edificio del centro cultural de La Elipa, y todo el mundo pensaba que era seguridad porque iba a venir alguna autoridad, el presidente del gobierno algo así, y quien apareció fue un grupo de presas esposadas. Es que era la primera vez que salíamos y la policía estaba muy asustada, pensaban que las presas se les podían escapar, mezclándose con el público.
P.- Pero no lo hicieron. Ni en aquella primera salida, ni en ninguna otra, ¿cómo lo conseguiste?
R.- Jamás se han ido, en efecto. No sé si soy una ingénua o qué, pero conseguí que ninguna lo intentara. A veces les decía, no se os se os ocurrirá hacer ninguna tontería porque daros cuenta de que estáis sentando las bases de esta compañía y vendrán otras que necesitarán hacer esta actividad, por favor, vosotras sois fundamentales. Con el grupo no lo intentéis de ninguna manera.
P.- Y siempre te han respondido
R.- Siempre, sí. La verdad es que tengo de ellas un recuerdo maravilloso, de todas las primeras, como estaban tan enfermas, y cómo se despejaban. Les decía: tenéis que cambiar la droga esa por la del teatro, que también te come mucho la cabeza.
P.- Y creas una compañía de teatro profesional sin actrices profesionales, con presas
R.- Nosotras siempre hemos aspirado a ser una compañía totalmente normal, lo único que ensayamos en la prisión. Es cierto que no son actrices de la escuela de arte dramático, y tendrán unas cosas, tendrán un atraso en su formación, pero lo suplen con otras, con su espontaneidad y con la frescura que tienen al actuar. Estas chicas no tienen tics ni nada de eso. Y cuando escarbas, algunas, como digo yo, son diamantes sin pulir, pero cuando pules, te llevas una gran sorpresa porque son grandes actrices. A mí con alguna de ellas se me cae la baba cuando las veo en el escenario.
P.- Debe suponer un gran cambio para ellas, ¿no?
R.- Sí. Lo más bonito es ver el proceso, cómo avanzan, el proceso de estar tan mal y ver cómo van adquiriendo una dignidad y un sentido de la vida, de respeto, de solidaridad, como les sube la autoestima. A veces las funcionarias me dicen, oye, estas llegan muy chulitas al módulo, porque llegan, así como con unos aires, y yo les digo que no y le quito importancia. Pero la realidad es que alimento esa actitud, que se sientan distintas y que están haciendo algo importante, algo que tiene una proyección en el exterior y que ellas forman parte de eso tan especial. El teatro es una cosa maravillosa. Ahora bien, les cuesta, ¿eh?, les cuesta mucho.
P.- Dais entrada a hombres, actores profesionales y también grandes nombres, ¿qué colaboraciones especiales habéis tenido?
R.- A medida que empezamos a hacer obras serias, con un compromiso entendemos que no podemos andar poniendo bigotes a las chicas y entran actores a la compañía para hacer los papeles masculinos. Y bueno, respecto a las colaboraciones, hemos tenido a Juan Luis Galiardo, Loles León, Liberto Raval, Gloria Muñoz, Pepe Viyuela, que nos presentó el último homenaje. La profesión actoral es muy cariñosa y muy solidaria. Bueno, nosotros tenemos el premio de la unión de actores, que es un premio a nivel nacional.
P.- ¿Qué otros premios tenéis?
R.- El primero fue el premio accésit Calderón de la Barca, que es el que da el Ministerio de Cultura al mejor texto dramático del año, por la obra ‘Mal bajío’, que son escenas de una cárcel de mujeres en dos actos. También hicimos un montaje de la obra en el exterior gracias a ese premio. A mí me dieron el Premio de Mujer Creadora, tenemos también el Premio Homenaje de la Universidad de San Diego, el Premio Dionisos que da la Unesco a proyectos de fuerte repercusión social, el Premio MAX, que es maravilloso. Y el último ha sido el premio 8 de marzo de la Comunidad de Madrid, que se otorga a mujeres que destacan en el ámbito social y el ministro Marlaska, que nos puso la medalla de oro al mérito social penitenciario.
P.- ¿De qué manera está apoyando Reale Seguros a Teatro Yeses?
R.- Muchísimo, Reale Seguros nos ha apoyado mucho. Nuestros caminos se han cruzado en un momento crítico para la compañía de teatro. Estaba todo en el aire y teníamos dificultades para continuar. Hemos atravesado un bache muy importante, agravado además por la COVID y ha sido gracias a Reale Seguros que hayamos retomado. Una directora nos presentó a Pilar Suárez-Inclán [directora de Comunicación Institucional y RSE en Reale Seguros] y ha sido como un ángel para nosotras. Es una mujer que tiene una gran sensibilidad social, que está volcada completamente. Supo de nosotras, vio el documental [documental YESES, realizado por Miguel Forneiro en 2018] y lo apoyó incondicionalmente. Y a través de este documental se percató de lo que supone esta experiencia. Y ahora, Reale Seguros, y también la Comunidad de Madrid, nos apoyan en los montajes.
P.- ¿Cuántas mujeres presas han pasado por la compañía?
R.- Pues yo creo que cerca de mil mujeres. No me atrevo a decirte una cifra exacta, pero alrededor de mil mujeres. La cifra, desde luego es apabullante. Piensa que entran y salen bastante. El grupo tiene cerca de 20 mujeres, cuando alcanzan la libertad se van y se van sustituyendo. Ahora hacemos un montaje al año pero ha habido años en los que hacíamos dos montajes al año, giras… así que había mucho movimiento de mujeres. Y que son muchos años, empezamos en el 85, y eso son muchos años
P.- Casi mil vidas cambiadas…
R.- Desde luego. Yo he sido testigo, una testigo privilegiada de todo este proceso y ver cómo no vuelven, eso es lo primero. No son reincidentes, el teatro las sana, el teatro cura. A veces nos vemos, porque yo hago reuniones en casa y con algunas nos seguimos viendo. Y las más antiguas lo dicen: ‘Madre mía, fue nuestra tabla de salvación, Dios mío’. Y cuando hablan con las chicas jóvenes que están ahora mismo en la compañía, y éstas se quejan porque les exijo mucho… se lo dicen, aún sabéis el valor que tiene esto que estáis haciendo.
P.- El teatro les cambia la vida a ellas, pero, ¿cambia también la mirada del espectador?
R.- Por supuesto, claro que sí. El teatro es muy bueno para ellas, pero es muy bueno para la sociedad libre, porqué, en primer lugar, las cárceles forman parte de la sociedad, y de las cárceles no se acuerda nadie hasta que no tiene alguien conocido o algún familiar que está dentro, y entonces saltan las alarmas. Sabes que se llamaba vulgarmente el talego, y, ¿qué es un talego? Un trozo de tela que se cierra y ya está. Pero las cárceles no se deben cerrar y ya está. Las cárceles forman parte de la sociedad y las personas que están allí tienen que volver reinsertadas y para eso hace falta que estén en buenas condiciones y darles todo aquello que la sociedad, en su época de crecimiento y desarrollo personal no les ha dado, porque allí la mayor parte de ellas no tienen la formación que hemos tenido los demás, ni las familias normales que hemos tenidos los demás. Lo que conviene a la sociedad es que salgan verdaderamente rehabilitadas y se conviertan en personas razonables, con una formación, un trabajo y seguramente así ya no tendrán esa idea de delinquir.
P.- Vuestras obras son incisivas, con humor, pero muy incisivas, siempre con un mensaje de justicia social
R.- Claro, nosotras tenemos que ser un grupo cañero, tiene que ser así, y feminista, lógicamente. Todos los valores, toda la crítica al machismo a actitudes machistas, todo eso está en nuestras obras. Lo que pasa es que recurrimos al humor, porque se pueden decir las cosas con humor y son más divertidas, más agradables y entran mejor.
P.- Antes citabas la obra Mal Bajío… creo que levantó muchas ampollas, ¿verdad?
R.- Si, ya lo creo que levantó ampollas. Fue una de las primeras obras que hablaba de la propia cárcel, y desde luego, era muy crítica. Pero nosotras no hacíamos crítica por la crítica, sino para corregir, lo queríamos poner de manifiesto lo que no estaba bien con ánimo de poder corregirlo. Pero una parte del sector penitenciario no lo entendió así, sobre todo porque yo estaba trabajando dentro. Muy prudente no he sido, la verdad [risas].
P.- La colaboración con Reale Seguros se engloba en su plan de actuación a favor de grupos vulnerables. En el caso de las mujeres presas, ¿crees que sufren una doble vulnerabilidad?
R.- Sin lugar a dudas, o triple, en algunos casos. Es la diferencia que tienen con respecto a los hombres que están presos. Ellas también están privadas de libertad, pero ellas arrastran unos problemas adicionales como mujeres. Muchas son madres muy jóvenes, por ejemplo, tienen responsabilidades. Y además son siempre menos importantes, eso también pasa. En las reivindicaciones se las toma menos en cuenta. Las cárceles que tenemos son un reflejo de la sociedad por eso están mucho mejor las ´cárceles que cuando entré, no cabe duda, están mucho mejor porque la sociedad está mucho mejor también. Pero se pueden mejorar, siempre se pueden mejorar.
Sobre el autor:
Beatriz Torija
Beatriz Torija es periodista y documentalista, especializada en información económica. Lleva 20 años contando la actualidad de la economía y los mercados financieros a través de la radio, la televisión y la prensa escrita. Además, cocina y fotografía.